martes, junio 21, 2005

Palabras para una boda
@ 25-06-2005 21:35

Hoy, sábado por la noche, contraen matrimonio dos amigos: Marta Rodríguez y Antonio Ayuso. El enlace, como es lógico y dada la naturaleza del asunto, nos ha llevado a discurrir y debatir durante largas noches sobre sus virtudes y asechanzas. Se me encargó pronunciar un discurso durante la ceremonia en que se diera cuenta de los pormenores de las reflexiones llevadas a cabo. Con su permiso, transcribo el encargo por si fuera de utilidad pública.
Siendo demasiado joven, incluso más que ahora, leí en "El extranjero", de Albert Camus, un diálogo que yo recuerdo así:
Ella: ¿Me quieres?

Él: Sí.
Ella: ¿Quieres casarte conmigo?
Él: No.
Ella: Entonces, ¿por qué me has dicho que me quieres?
Él: Porque me lo has preguntado.
No hace falta decir que la conversación me resultaba indescifrable, dado que el nihilismo no es la filosofía dominante en la pubertad. Pero se me quedó grabada la sospecha, seguramente absurda, de que el matrimonio tiene mucho que ver con las preguntas. Más aún, concebía el matrimonio como un estado civil en el que la gente se está haciendo preguntas todo el tiempo. Desde luego, si no preguntas, es imposible que te cases. Como mínimo, antes tienes que preguntarle a otro si quiere casarse contigo. Creo que todo el mundo está más o menos al tanto de que las cosas son así.
De todas formas, el personal que contrae nupcias seguramente se hace más preguntas de las que por aquel tiempo yo era capaz de imaginar. Si yo fuera a casarme y estuviera donde están ahora Marta y Antonio, con esos rostros iluminados y esa sonrisa congelada, es muy probable que en mi cabeza resonaran las mismas cuestiones que ellos han resuelto de modo admirable.
La primera consistiría en: cómo es que uno ha llegado hasta ahí. El banco de los contrayentes es un sitio muy raro. Muy común, pero muy raro. Uno está ahí porque ha tomado la decisión, que se toma pocas veces, de poner en juego su vida de una forma consciente y voluntaria. Lógicamente, lo hace porque confía en alcanzar un bien mayor, no por el placer de arriesgarla. En esto, diríamos que el matrimonio se diferencia del trekking y del puenting.

Así que lo verdadero es que estamos aquí y que, si Marta o Antonio no escapan antes de tiempo a causa de esta alocución, todavía seguiremos en este lugar un rato más y les veremos casados. Más tarde brindaremos por su felicidad, mientras ellos nos honran con su amor.

1 comentario:

luis felipe dijo...

Nos da como enseñanza que el enamoramiento es algo maravilloso, pero que no estamos listo para contraer matrimonio, por ser el matrimonio de mucha responsabilidad,no solo por el convivir sino por el vivir de una manera armoniosa, llena de felicidad y que conjuntamente son capaces de solucionar cualquier problema que se le presnte en la vida